El más importante de los evolucionistas anteriores a Darwin fue el francés Jean-Baptiste de Monet,
caballero de Lamarck, quien había estudiado medicina y botánica y, en
1793, ya renombrado taxónomo, fue designado profesor de zoología en el
Jardin de Plantes de París. Lamarck había advertido una clara relación
entre los fósiles y los organismos modernos. A partir de estas
observaciones dedujo que los fósiles más recientes estaban emparentados
con los organismos modernos. Esbozó una teoría de la evolución
biológica que se puede sintetizar como sigue:
- Los individuos cambian físicamente durante su vida para adaptarse al medio que habitan;
- Los organismos adquieren caracteres que no tenían sus progenitores. Estos cambios o caracteres adquiridos se deben al uso o desuso de sus órganos;
- Los caracteres adquiridos se transmiten por herencia biológica a sus descendientes
- La sucesión de cambios adaptativos muestra una tendencia hacia complejidad y la perfección.
La teoría de Lamarck fue criticada con vehemencia por la comunidad
científica de su época, principalmente por Cuvier, quien, además de ser
un científico de renombre, ocupó el cargo de Inspector General de
Educación en Francia. Este y sus contemporáneos insistían en que las
especies habían sido creado de manera independiente y que eran
inmutables. Para probarlo, hicieron varios experimentos. Uno de ellos
consistió en amputar la cola a ratones, que, aún después de 20
generaciones de haber sido sometidos a tal cambio, producían
descendencia con cola. En otras palabras, mostraron que los caracteres
adquiridos por interacción con el medio (como la pérdida de cola) no se
transmitían por herencia biológica. En esto, la visión de Lamarck,
basada en el proceso de herencia de los caracteres adquiridos, no era
adecuada, pero su intuición general de que las especies evolucionan
resultó correcta.
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